Malasia puede parecer que no esté tan lejos, pero está a tomar por c...
Después de las primeras 7 horas de vuelo, aterrizamos en Dubai, pensando que la segunda parte del vuelo iba a ser menos pesada que la primera. Tras una cervecillas en el magnifico aeropuerto de Dubai, llegamos por lo pelos a coger el segundo vuelo de 7 horas hasta Kuala Lumpur. entre los vuelos, el tiempo de estar antes en el aeropuerto, el tiempo de espera para el vuelo de conexión y la larga cola de 1 hora que tuvimos que hacer para el control de pasaportes en Kuala Lumpur, el viaje se hizo casi eterno. Y eso que es la ida.
La vuelta siempre suele ser peor...
Pero una vez llegados aquí, todo ha sido una pasada. Llegamos al hotel y nos pegamos un bañito en la piscina del atico. Es una pisicina desbordante que hace unos años tenía las vistas a las torres petronas, pero la fiebre constructora en esta ciudad ha causado estragos.
Aun así el hotel G Tower en el que estamos es de lo mas recomendable.
Sin dejarnos vencer por el jet lag o el sueño de medio día, nos armamos de valor y nos fuimos a dar una vuelta por Chinatown. Tiene un mercadillo nocturno de falsificaciones, muy parecido al Pat Pong de Bangkok.
Aqui se llama Petaling y no difiere mucho en el entramado de los puestos y los productos que ofrecen. quizás lo mas curioso son las tiendas traseras que lo rodean, con vestidos chinos de boda, arabes de danza del vientre, y en general tiendas mas o menos extrañas para unos occidentales como nosotros.
Paramos a comer en un puesto con un olor extraño, comida expuesta en medio de la calle al lado de los coches, y platos de plastico de dudosa higiene, pero nos la jugamos y la verdad es que la comida fue estupenda. Yo me comí un pescado anónimo con arroz y ternera picante y Myriam unas bolas de carne de animal desconocido y un corazón de otro, que finalmente no pudo trocear y se dejó en el plato.
Mas tarde, nos tomamos una sopa de callos. Sí, si, sopa de callos malayos. Picante como lamer un chile, pero buenísma. Y sí, la expresión callo malayo es por algo. aquí digamos que los autóctonos no han ganado nunca un festival de belleza internacional. En cambio las indias... jejejeje.
Tras la cena nos tomamos una cervecita en las bulliciosas calles que rodean el mercado. Hay cientos de puestos de comida, bares de copas, hostales para mochileros y agencias de viajes low cost que te organizan la estancia en Malasia por pocos Ringits. (Sí, la moneda de aquí se llama así, parece de broma).
Pillamos un taxi (son la mejor manera de moverse por aquí, son extremadamente baratos y llevan aire acondicionado) y nos fuimos a ver las torres petronas (que por cierto, la iluminación la apagan a las 12pm) y a preguntar en el Zouk Bar el precio de la entrada de nochevieja de este año (68 ringits, unos 18€).
Lo de las torres es flipante. Pero son tan grandes que pierdes la perspectiva y dejan de parecer todo lo altas que son. Myriam dice que es como en cañón del colorado, que no te haces a la idea de lo grande que es.
Definitivamente volveremos mas veces. es como la torre Eiffel de París, que aunque ya la hayas visto mil veces, tiene un magnetismo que te empuja a ir a verla cada día. Al menos a mi me pasa. Mañana más que ya se me cierran los ojos.
Una vez más... qué envidia!! De viaje, de bloc, de hotel... :P. Seguiré la crónica de esta nueva aventura, que tiene muy buena pinta!
ResponderEliminarPor cierto, para los viajes pesados la solución se llama bussiness class (en verdad no os lo puedo decir por experiencia, pero me lo han contado...).
Un beso de Judit, Marc (o Joan, ya sabes que tampoco pasa nada...), Emma y, a través del líquido amniótico, Ivet.